No sé úngaro, frances, italiano ni tampoco inglés. Solo sé castellano, ni siquiera me sale la tonada española, la cordobeza y menos que menos la mexicana. Soy malísima haciendo chistes y no soy buena en la cocina. Me cuesta entender y me altera pensar. Mi diccionario no es amplio y se me confunden las palabras. No sé ni sinónimos ni antónimos. Tengo una letra espantosa y a veces me trago el primero signo de pregunta. No soy ni muy muy ni tan tan. No soy ni cara ni berreta. No soy sory ni bizarra. No soy feminista, pero ojo... tampoco soy machista. Me llevo bien con las barbies pero también con el fútbol. Soy de comer como un oso y de dormir como un chancho. O de comer como un chancho y dormir como un oso, no sé. Soy toda al revés. No soy suave y floreada, con estampado o rosada. Soy del lado de la costura, soy más oscura y hasta pueda que tenga algunos parches. No soy la pintura si no el revoque. Soy de quedarme quieta y también... de no hacerlo. Soy ansiosa pero espero. Mentí como también dije la verdad. Soy muy miedosa y varias veces... no he llegado al baño. Masco muy mal el chicle y me enchastro con helado. No sé barrer ni pasar el trapo. No me llevo con Matemática ni mucho menos con Lengua. Soy exagerada y dramática. No se muy bien escuchar y nadie me puede frenar cuando me largo a hablar. Me gustan los abrazos y las sonrisas. Pero también, les abro la puerta a las lágrimas y a los gritos. No me cabe la televisión y amo mi computadora. No me gusta el desorden... pero soy un desastre. Soy masoquista y me gusta luchar. No sé ganar en juegos tontos y suelo ser muy hueca a veces. Grito mucho pero odio que griten. Me desespera y todo me pone nerviosa, soy imperactiva. Pero a veces, tengo más paz que cualquiera y todo me cuesta un huevo. Odio mi sonrisa, pero vivo sonriendo, odio mi cara cuando lloro, pero vivo llorando. Odio mi voz, pero no me callo. En verano, no me llevo de lo mas bien con el agua y el sol, pero me la banco. En otoño, amo pisar las hojas secas y sacarme muchas fotos. En invierno, me gusta tomar café y parecer un osito con tanta ropa, me gusta bañarme pero me molesta mucho cambiarme. En primavera, me encantan las flores y soplar dientes de léon. En mi casa, no hago nada y soy una semejante haragana. En casa ajena hago hasta lo que no me toca. Vivo comiendo y amo hacerlo. Amo tantas cosas. Y detesto tantas otras. Soy buenísima en algunas, y muy malas en otras. Muchas de esas tantas cosas, de esas tantas otras y de esas algunas... forman parte de mi rutina. Muchas se van por un tiempo, y después vuelven. Muchas directamente se van y para siempre. Otras se quedan, pero van cambiando constantemente. Son como manías en mi. Pero hay una de esas tantas, algunas y otras, que hace exactamente un año, un día y algunas horas que permaneció siempre, que jamás cambió... la manía más grande, la de todos los días acordarme de la responsabilidad más hermosa de mi vida, acordarme del que me ilumino el camino y el que giró profundamente mi globo terráqueo. Esa manía... esa locura que llevo adentro. Ese amor sin límites y esas ganas de nunca rendirme. Esa manía... que se llama: amarte. Sin sensura, sin reloj, sin barreras, sin posos, sin kilómetros. Te amo, desde lo más simple a lo más complejo, hasta donde ni tu imaginación llegue, te amo hasta donde ni yo entienda, hasta que me canse y hasta que quedemos muertos de amor. Ni siquiera hasta ahí te amo. No sé como explicarlo, te amo hasta donde no hay fin, hasta lo infinito, hasta lo más lejos, hasta lo más largo y hasta lo más alto, te amo.