Te propongo la mágica aventura de estar juntos para siempre.

28 jul 2009

Si me iría en el amor como en computación... estaría en el horno. Pero no, gracias a dios, me va mejor. No me hago la desentendida con temas de amor, ni la muy sabia tampoco. Hace un año entré en la habitación con cartelito rosado y blanco que decía: Solo para enamoradas. Encontré la llave de mi corazón, en otra persona. Regalé hasta las ganas de mirar. Me entregué lo más que pude. Soy como un paquete envuelto con nombre de destinatario o dueño. Soy como esa onda, que por más planchita que le metas... no se va más {no, no me voy más o mejor dicho... no me quiero ir más}. Ya no tengo corazón, si no que lo tenes vos. Partí mi vida en dos, y aprendí a compartirla. Soy la contra, la onda en líneas rectas o el circulo en un cuadrillé, pero te amo de verdad. Sé como y en qué momento... pero igual, me falta mucho por aprender. No tengo todas las fichas en el tablero, ni recorrí toda la habitación en la que entré. A veces hay que darle más de dos vueltas a la llave en la cerradura. A veces me adueño de lo que ya regalé o soy un regalo sin moño. No tengo ni tuercas, ni clavos, solo tengo tornillos sueltos, pero no un destornillador. Hay cosas buenas, que no cambian. También están esas cosas malas, que tampoco cambian. Soy como mano de mecánico, imperfecta, ni siquiera safable. Soy como foto sin cuadro. O rompecabeza sin una pieza. Tengo mis ''si'' y tengo mis ''no'', tengo y no tengo, quiero y no quiero. Necesito y no necesito. Todo eso en un año. Todo eso pasó adentro de la habitación que con anterioridad nombré. Y... no sé si te diste cuenta pero de alguna u otra forma te estoy dando a entender que ya te amo y eso no va a cambiar, que ya aprendí, que ya sé, así que por favor... cerrá la puerta de una vez.