Y a la hora de confiar... elegimos mal. Nunca sabemos el como, el donde ni el porque. Siempre decimos basta cuando no hay que frenar. Siempre decimos quiero, cuando amamos. O decimos te amo, cuando ni siquiera queremos. Confundimos las palabras. Y a algunas... las usamos por demás. Le damos significados estúpidos y a través de eso, faltamos el respeto. Decimos que si, y por dentro nos hablan dos letras, la N y la O. Decimos que no, cuando lo que más queremos... es largar ese SI tremendo. Nos llenamos de palabras de aliento, y al final... no hacemos nada. Estamos dentro de una burbuja, nos ahogamos en una vaso de agua y una vez más... no sabemos ni el como, ni el donde... ni el porque. Decimos malas palabras, y nos ensuciamos con mentiras. Somos injusto. Vivimos como un tren bala, rápido... al máximo. Muy pocas veces frenamos... y nos preguntamos las cientos de preguntas que taladran nuestra cabeza. Pocas veces nos detenemos a pensar, a ayudar o a pedir ayuda. Somos bólidos y elegimos el camino incorrecto. Confiamos, nos descargamos. Y después... cagas todo. O te cagan. Por eso, muchas veces... a la hora de confiar... elegimos mal.